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Alameda de Santiago de Chile, 9 de marzo del 2020 |
Hace varios años atrás, en el viejo continente, un hombre llamado Miguel de Unamuno declaraba, en vista del inminente conflicto civil que se avecinaba en su país
"Esta lucha no es una lucha contra la República liberal, es una lucha por la civilización. Lo que representa Madrid no es socialismo, no es democracia ni siquiera comunismo. Es la anarquía, con todos los atributos que esta palabra temible supone... Yo no estoy a la derecha ni a la izquierda. Yo no he cambiado. Es el régimen de Madrid el que ha cambiado. Cuando todo pase, estoy seguro de que yo, como siempre, me enfrentaré con los vencedores"
Hoy, estas palabras me parecen casi contemporáneas. Estamos inmersos en una crisis social. No es necesario más que salir a la ventana de nuestras viviendas para percatarnos de que algo sucede, o entrar a cualquier red social o medio de comunicación para entender que la situación es apremiante. Nuestro sistema político y social ya no da abasto. Nuestra dignidad ya no tiene precio ni puede ser acallada. Hoy Chile – y, me atrevería a decir, el mundo – atraviesa un periodo de crisis, un periodo en donde ya las cadenas que hemos arrastrado por años nos pesan y nos agobian, y es hora de clamar por nuestra libertad.
Esta crisis, a primera vista, es política. El ser humano, por definición, es un animal político. Estoy de acuerdo en que hay un gran componente político en esto. Pero a la vez, no se puede desatender un componente de suma importancia en la vida de cada uno de nosotros, componente que aunque no sea tangible, es parte de nuestra vida: el componente espiritual.
Leí un hermoso texto sobre un niño llamado Lumpen. Y este pequeño Lumpen, ha sufrido abandono, falta de amor y diligencia, carencias emocionales y está sumamente herido. Y en estos días Lumpen, desolado porque no ha recibido nada positivo en su vida que pueda entregar, sale a hacer destrozos y desmanes ¿Cuál es la carencia directa de Lumpen? ¿Un teléfono último modelo, un automóvil, una computadora? No, lo que necesita Lumpen es amor, dignidad, valoración. Sentirse importante, tener autoestima, tener paz. Y esto está relacionado directamente con el componente espiritual. Pero el pobre Lumpen, al no saber como llenar este vacío que le deja profundas heridas en su corazón, destruye para herir a una sociedad que lo ha dejado de lado, se droga para evadir su realidad, se alcoholiza para menguar su dolor, roba para sentirse útil, protesta con una capucha para ir a una lucha pues no tiene nada que perder.
Y así como Lumpen, en menor medida, muchos otros ciudadanos nos hemos visto afectados por las carencias espirituales. Y es claro que el mundo material, en un momento, es un reflejo fehaciente del mundo espiritual. Estamos vacíos, en llamas, desolados, abandonados, confundidos, tristes, reprimidos, llenos de dolor.
Quiero hacer hincapié en que esta lucha que hoy se da no es partidista, pues no tiene que ver con los partidos políticos. En el libro “Prosperidad Mundial”, publicado por la casa Universal de Justicia Bahai, se instaura una idea interesante en relación a la democracia y la unidad como principios fundamentales, estableciéndose que
“Naturalmente, tales principios sólo pueden obrar dentro de una cultura que por su método y espíritu sea esencialmente democrática. Pero decir esto no es sancionar la ideología partidista que atrevidamente y por doquier se arroga el nombre de democracia y que, a pesar de sus impresionantes aportaciones al progreso humano, se encuentra hoy en el cenagal de la apatía, cinismo y corrupción que ella misma ha creado.”
Hoy, más que observar quien tiene una verdad política, hay que mirar a la unidad y democracia para poder solucionar nuestros problemas sociales. Como seres humanos, todos tenemos dignidad y derechos. Como personas, todos merecemos vivir en un país en donde nuestras pretensiones básicas puedan ser respetadas en armonía.
La solución a nuestros problemas debe nacer de un diálogo entre los principales actores sociales, desprendiéndose de cualquier sesgo partidista y de ego que busque sacar provecho de una crisis. Frente a cada crisis viene un momento de victoria, así que la humanidad debe estar tranquila, pues como se representa también en la naturaleza, luego de un otoño e invierno, viene una hermosa primavera y un caluroso verano. Pero la búsqueda de soluciones jamás surgirá de la chispa de un fusil y de la violencia del fuego de una barricada, no. El bienestar de la humanidad -escribe el filósofo Bahá'u'lláh- su paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida. Procuremos buscar los puntos que nos unen, y de construir en vez de destruir. Edifiquemos, de a poco, una nueva civilización, comencemos por respetarnos entre nosotros, y en formar una sociedad en donde cada quien pueda tener la libertad de vivir en paz.